10 enero, 2012

"De nuevo me sentí helada por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era para mí, como una fuente en el desierto".
Cuando se me pasó por la cabeza, la angustia se apoderó de mí. El simple hecho de no poder sentirle cerca, rozarle, era algo abrumador. Lo peor en los últimos cinco años. Lo incurable. La mayor grandeza que podía desaparecer de mi vida, porque sí, por arte de magia. Y entonces, solo entonces llegue a comprender que era completamente diferente al resto, que no había sabido aprovecharlo en su momento, y que esa idea me perseguiría durante años. Ahora ya no había vuelta atrás.

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